11 de febrero de 2014

E.R.D.L.A

En su cara, un sinfín de gotas frías caían. Su pulso era totalmente inestable. De sus ojos, un mas de lágrimas se desbordaban hasta impactar sobre el joven que sostenía en sus brazos. Un joven hecho piedra, más bien, mármol. Y en el pensamiento de ella rondaban las mismas palabras:

- Por mi culpa, por mi culpa él es de piedra.


Aberdeen (Escocia), 8 meses antes...

- ¡Mamá!¿Dónde me has dejado la bufanda beige? - su grito retumbó por toda la casa.
- Grace, hija, mira en el armario que parece que tienes miedo de abrilo –asentía la cabeza al mismo tiempo que se lo decía.
- Es que quiero salir a pasear a Thor y hace mucho frío –se paró un momento- ah, gracias mamá, estaba en el cajón del armario!

Y sonriendo se fue a ponerle la correa a su husky Thor y a despedirse de su madre. Pero justo antes de cerrar la puerta de su casa, su madre le dijo:

- Grace Marie Mullër, ¿habrás ordenado tu cuarto no?
- Sí Emanuella Mullër, y no hace falta que siempre que me lo preguntes recites mi nombre entero. Adiós, te quiero mamá.

Y antes de que su madre pudiera decir nada, cerró la puerta y salió corriendo a la calle. Ese día era especialmente importante, hacía siete años que una de las personas que más quería la había dejado para siempre. Y aunque siempre la recordaba con un a sonrisa, no podía evitar que se le cayeran algunas lágrimas.

Grace era una chica de dieciocho años casi recién cumplidos, su tez era sonrosada, no era como todas las chicas escocesas, si no que tenía un poco de color, sin llegar a ser morena, marcando su descendencia española. No tenía tampoco mucha altura, media un metro cincuenta y cinco, pero ella se sentía totalmente feliz con su estatura. Su pelo, su pelo era largo, largo hasta la cintura y ondulado, en su fina cara siempre estaba presente su flequillo recto, y su color... bueno, su color era del que elegía cada tres meses, pero en ese momento lo llevaba de un azul intenso. Sus ojos, de un marrón caramelo irradiaban la sensibilidad de su corazón, y sus labios gruesos, aquellos que parecían de una joven de veinticuatro años, eran la perfecta armonía de su dulce cara.

La tarde era fría, el viento de invierno hacía que su larga melena se agitara sin control alguno. Como todos los días, a la hora del paseo de Thor, pasaban por delante del puerto, justo por donde las olas rompían en las rocas. Normalmente, aquel lugar solía ser solitario, pero aquel día era diferente. Un chico alto, rubio y del piel como la nieve estaba allí de pie con la mirada perdida en el
horizonte. Parecía como si no fuera consciente de la ventisca que se había levantado y el oleaje que casi las gotas rozaban su cara. Ella sin querer molestar, pasó de largo y siguió caminando por la estrecha acera de piedra hasta que llagó a un bar cercano. Nada más entrar, una chica de complexión delgada, con el pelo negro, corto y con el mismo flequillo que Grace, se fue directa a ella.


- ¡Hola! Bienvenida al Pink Moustache, ¿qué desea -aquella chica la miró e inmediatamente dijo- pero si eres tú!! Anda ven conmigo, que tengo algo para ti.

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