Al salir a la calle, una ráfaga de
viento le azotó en la cara, y poniéndose la bufanda doble hasta
cubrirle la nariz, comenzó a caminar. La noche se había apoderado
del cielo, y las estrellas estaban particularmente brillantes.
Mientras paseaba, pasó por delante del parque donde su abuela
Isabelle la solía llevar. Aunque hacía mucho que ya no era así.
Apretó la mano con la que sujetaba a Thor y con la otra se puso los
auriculares para intentar evadirse un poco. La primera canción que
apareció en sus oídos fue Sacred,
de Tokio Hotel. Parecía que su teléfono sabía que música ponerle
en cada momento.
Media hora y un par
de cacas después, Grace decidió volver a casa. Pero antes de
llegar, se paró en una nueva tienda de chuches para darse un pequeño
capricho. Justo a la entrada, en el mostrador, había una chica con
el pelo ligeramente ondulado y teñido de un gris perla que le
impactó agradablemente. La chica de ojos amarillentos, probablemente
por lentillas, la iba ayudando con todas las chuches que quería,
pero que no encontraba. A la hora de cobrar la chica le preguntó:
- Perdona, hace muy
poco que estoy aquí, ¿sabrías de algún lugar donde poder tomar un
té bien calentito?
- Pues
mira justo vengo del sitio que te voy a recomendar, al final del
paseo del puerto, hay un bar que se llama Pink Moustache,
en la barra está mi mejor
amiga, yo me llamo Grace, dile que vas de mi parte y te lo preparará
especialmente delicioso.
- Muchísimas
gracias de verdad, yo soy Juls y aquí tienes tu cambio -y alargando
el brazo dejó caer las monedas en la mano de Grace.
- Encantada de
conocerte Juls, hasta pronto.
Cogió su bolsita y salió. Esa chica
era tan peculiar, ojos amarillos como los de un gato, el pelo
perfectamente teñido de gris perla y en su cuello un colgante... Un
colgante que no había visto nunca. La cadena era de eslabones de
plata, y de ella colgaba un dragón verde brillante enroscado en lo
que parecía ser un huevo. Como si una mamá dragón cuidara de su
huevo bebé, o por lo menos, esa fue la impresión que le dio a
Grace. Además de su innegable atractivo, también se había fijado
en su estilismo que era tremendamente parecido al de Elaine. Jersey
de punto, con pantalones de pitillo y unas converse del mismo color
morado del jersey. En ese aspecto, Grace era bastante más
complicada, ella se vestía según como se levantara; había días en
que se ponía multicolor, es decir, una prenda de cada, y le daba
igual si combinaba o no, para ella estaba bien. Había otros en los
que se levantaba princesita y esos días no podían faltar unos
buenos tacones con uno de sus vestidos de los años ochenta. En
cambio si se levantaba triste o de mal humor, las camisetas negras
con motivos y unos vaqueros eran imprescindibles. Ese día, en
concreto, se levantó triste.
Ya había llegado a la puerta, sacó
las llaves de su bolso y justo en el momento en el que iba a abrir,
su madre salió. En su mano traía una carta. Una carta con un
remitente que nunca se hubiera imaginado: Isabelle Shepard, su
abuela.
- Mamá, ¿qué quiere decir esto?¿No
será una broma de Mark o algo no? -replicó a su madre con el
corazón casi en un puño.
Las dos se fueron hacia el sofá,
aunque Grace se sentía aún como en estado de shock .
- Grace hija, llevo guardando esta
carta durante siete años para ti. Tu
abuela me la dio unos meses antes de que se fuera. Ni yo misma sé lo
que escribió aquí -dijo señalando con la mirada la carta- Lo único
que me dijo fue que te la diera en el séptimo aniversario de su
muerte, cuando tú tuvieras los dieciocho ya cumplidos.
- ¿Y por qué
mamá?¿Por qué siete años después? -sus lágrimas se desbordaban
de sus ojos a la vez que titubeaba las palabras.
-
Mi niña, yo no sé nada. La que hizo todo esto fue la abuela y ni yo
sé con qué propósito. Lo que está claro es que ella quería que
fueras tú la última en tener algo suyo. Tómate el tiempo que
necesites para abrirla, pero por favor, no llores más cariño -en
ese momento Emanuella cogió a su hija y le dio un cálido beso en la
frente.
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