23 de octubre de 2013

L.A.D.A. 2

Capítulo 2


A las ocho de la mañana su despertador sonó y fue a escoger la ropa que se pondría para pasar el día entero con su amiga. Se decidió por unos pantalones vaqueros con un toque verde, combinándolos con unas zapatillas de deporte negras y una sudadera del mismo color. Se preparaba para un día de aventuras y no podía pasar el día con su amiga hecha una pija, cosa que odiaba, aunque de vez en cuando le gustaba arreglarse.

Con la radio de fondo comenzó a vestirse y cuando sólo le quedaba atarse los cordones sonó su canción preferida. Incontrolablemente se puso a bailar llenándose de ánimo. Tres minutos y catorce segundos después acabó su canción y justo después siguió con sus cordones, dando gracias de no haberse caído por ponerse a bailar con los cordones desatados.

Tras todo ese trajín se hizo la mochila metiendo el neceser, ropa para el día siguiente y su pijama a conjunto del de su amiga, el pijama que se compraron las dos especialmente para sus quedadas nocturnas. Después de tenerlo todo a punto , fue directa a ver a su madre y a comunicarle los planes que tenía. Su madre no se opuso e incluso se ofreció a hacer unos bocadillos y a comprar unas patatas para que se las llevara, pero Ariadne le dijo que no era necesario.

A las nueve y cuarto se fue de casa y caminando llegó al punto de encuentro, era justo debajo de la estatua a tamaño real de Psique y Eros. Como siempre pitusa llegaba tarde, pero no más de diez minutos. Al verse después de tanto tiempo se dieron un gran abrazo y comenzaron a planear su día.

- Ariadne, te has acordado de traerlo todo, ¿no?
- Pues claro Pitusa, nunca me olvidaría – decía ella muy convencida.
- Bueno, para hoy he planeado que vayamos al mirador del castillo, el que está en lo alto de la montaña.
- ¿Cómo?¿A lo alto de la montaña?
- Sí, a ver, sé que estás estupenda, pero no haces ejercicio.
- Ya bueno...
- Bueno no. Por eso te voy a llevar conmigo y además cuando lleguemos arriba te presentaré a una amiga.
- ¿A una amiga?
- Sí, yo la llamo Elena Elenígena, pero en realidad se llama Elena Alenia.
- Iba a decir que vaya cosas más raras, pero la verdad es que nosotras somos raras, así que ya me contarás el porque de ese nombre.
- Esta es mi Ariadne, la verdad es que te echaba de menos.
- Y yo a ti Pitusa mía.

Después de sus demostraciones de cariño se pusieron en marcha, pero no sin antes pasar por casa de Pitusa para que Ariadne pudiera dejar la mochila de la ropa en su habitación. Al abrir la puerta de la casa el perro de Pitusa se abalanzó sobre Ariadne llenándole de babas las manos. Como siempre, después del recibimiento del perro, se fue al baño a lavarse las manos y justo después a saludar a la madre de Pitusa.

- Buenos días Alexia, cuanto tiempo sin vernos.
- ¡Hola Ariadne! La verdad es que sí, pero sigues guapísima, como siempre.
- Gracias, por cierto,¿ tienes galletas?
- Pues claro, además recién hechas, y con canela, como a ti te gustan.
- Con tu permiso me voy a la cocina.
- Ves hija, que esta es como tu casa.

Primero fue a dejar la mochila a la habitación y después fue a la cocina a devorar aquellas galletas que tanto le gustaban.

- Cada vez que ves esas galletas te quedas patidifusa ¿eh?
- Pitusa, mira que te gusta usar esa palabra....
- Es que suena gracioso, además rima con mi nombre.

Tras esa última frase las dos empezaron a reír a carcajadas. Justo después se pusieron en marcha y con buen ritmo llegaron al principio del camino hacia el mirador. Comenzaron a subir la cuesta y también las pocas explanadas que encontraban. Ariadne no podía evitar mirar a su alrededor, no paraba de encontrar cosas preciosas que dibujar, aunque no podía hacerlo, no se resistía a sacar alguna sonrisa que otra por el paisaje tan bonito que se presentaba ante sus ojos.

Cambiaron el ritmo, pero Ariadne al no estar acostumbrada se cansó en seguida y sus piernas la obligaron a parar unos segundos. De pronto el teléfono sonó y Ariadne intentó cogerlo pero se le cayó al suelo, rápidamente lo cogió y contestó.

- ¿Hola?
- ¿Ariadne?
- ¿Quién es?
- ¿Quién voy a ser?
- No lo sé, por eso pregunto.
- ¿Ya no me reconoces?
- Si te digo la verdad, no.
- ¡Trasto!
- ¡Tete!
- Mira que te ha costado, me voy una semana y mi hermana no me reconoce.
- Lo siento Leo, es que no te había reconocido, ¿qué te pasa en la voz?
- Ah, nada, que me he constipado.
- ¿Constipado? Cuídate tete, que eres el único hermano que tengo.
- Que sí pesada. Bueno que te llamo para avisarte de que en tres días volvemos.
- ¿Ya?
- Oye, que si quieres no vuelvo.
- Tonto, no es eso, es que no me lo esperaba.
- Pues eso, pero no le digas nada a mamá, ¿vale?
- No sé porque, pero vale.
- Así me gusta, que hagas caso a tu hermano mayor y, por cierto ¿dónde estás? Que no oigo ruido.
- En la montaña, la del mirador del castillo.
- ¿Cómo?¿Tú en la montaña?
- Sí ¿qué pasa? Me ha obligado Pitusa.
- Dale las gracias de mi parte.
- Claro, cuando el pesado de mi hermano cuelgue se lo diré.
- Vale, me doy por aludido. Cuando llegue a casa hablamos ¿vale?
- Vale tete. ¡Adiós!
- Adiós pava, te quiero.

Después de colgar se dio la vuelta y se dirigió hacia su amiga ,pero vio que estaba como en otro mundo. Fue a preguntarle que qué le pasaba pero parecía que no la escuchaba, hasta que decidió empujarla para hacer que volviera en si.


- ¡Ay!
- ¿Estás bien?
- Si, es que ... nada.
- Pitusa, que no puedes mentirme, ¿es por mi hermano?
- A lo mejor.
- No te pongas triste, que mi hermano te quiere mucho.
- Ya, pero como una hermana.
- Va Pitusa, mira a lo tonto hemos llegado ya al mirador, y si te parece podemos entrar al castillo.
- Vale, pero primero subimos arriba del todo ,almorzamos, luego te presento a Elena y después entramos al castillo.

Un ratito después llegaron a la cima, se sentaron en unas piedras que parecían estables y se pusieron a almorzar. Mientras iban por la mitad del bocadillo Elena las sorprendió haciendo que se atragantaran un poco.

Elena aparentaba ser una chica misteriosa, aunque en realidad era muy dulce y muy simpática. Su pelo era de media melena, con una mecha casi imperceptible de color anaranjado, su piel era blanquecina con aspecto rosado. Sus ojos brillaban tanto que parecía el reflejo del sol en un espejo. Vestía con un toque peculiar, llevaba una chaqueta de punto de la cual colgaban dos grandes pompones recubiertos de suave lana. Sus pantalones eran de color rojo, que casi parecía sangre; por último, cubriendo sus pies se encontraban unos botines de color beige recubiertos por lo que parecía ser piel de borrego.

Después de disculparse por aquel pequeño susto, se presentó con una reverencia intentando hacer una pequeña gracia.

- Buenos días chicas, ¡ya estoy aquí!.
- ¡Hola! - dijeron las dos a la par.
- Ariadne, esta es Elena, y Elena, esta es Ariadne.
- Encantada - se dijeron la una a la otra.
- Por cierto, Elena, ¿cuántos años tienes?
- Pues, dentro de unas horas cumpliré dieciocho, ¿ y tú cuantos tienes Ariadne?
- Aún diecisiete - dijo intentando dar pena.

Las dos empezaron a reírse y después de tirar los envoltorios de los bocadillos y las bolsas a la basura se fueron las tres directas a la entrada del castillo. Afortunadamente, no tuvieron que pagar nada porque desde hacía unos meses lo habían habilitado para que fuera utilizado como una iglesia.

Nada más entrar se encontraron con una iglesia de estilo gótico, aunque estuviera dentro del castillo estaba muy bien habilitada y reformada. Estaba toda hecha de piedra, aparentaba ser pequeña, pero tenía los techos muy altos, las paredes laterales estaban llenas de enormes cristaleras de varios colores y cada vez que los rayos del sol traspasaban por ellas, sus colores se reflejaban en el cuerpo de los visitantes, formando así auras multicolores.

Cuanto más se acercaba Ariadne al altar, más le cambiaba la expresión de la cara. Detrás del atril del rector se encontraba una joven de vestimenta y aspecto oscuro. Su larga melena estaba recogida por una tradicional trenza. Aunque con la luz de las cristaleras no se podía apreciar bien, su color de pelo era castaño medianamente oscuro. Sus ojos verdes era lo que más resplandecía en su cara, a parte de su perfecta y blanca sonrisa. En la parte de arriba llevaba una camiseta de estilo medieval, con unas pequeñas mangas de gasa colgando de sus hombros, de color gris. Y abajo, una falda de tul bien pomposa con detalles de encaje, y además, con un cinturón que la sujetaba. Por último, calzaba unas botas camperas de color negro a conjunto con la falda.

Ariadne no entendía muy bien por qué estaba ella allí, pero muy decidida fue a hablar con ella.

    - Rose, ¿qué haces aquí?
- ¡Hola cuñada! Pues estaba haciendo unos dibujos de la iglesia, un trabajo que me han pedido de la escuela de dibujo técnico.
    - Anda, pues no sabía que estabas allí estudiando.
- Sí, desde hace sólo un mes, ¿y tú cuándo te apuntas?
- Me apuntaré a la de dibujo artístico en septiembre.
- Pero, para eso falta casi un año.
- Sí, pero mientras ayudo en casa, ya sabes.
- Bueno pues cuando veas a tu madre salúdala de mi parte y dile que cuando vuelva Leo iré para preparar una cena para todos y daros algunos regalos de mi último viaje, ¿vale?
- Claro, por cierto, ¿cuándo llegaste?
- Ayer por la mañana.
- Ah, pues me alegro. Y bueno, me voy que unas amigas me esperan.
- Vale Ariadne, que lo pases bien.
    - Igualmente Rose, hasta pronto.

Después de despedirse de su reciente cuñada se fue hasta donde estaban sus amigas, pero estas decidieron gastarle una broma escondiéndose por los pasadizos del castillo. Ariadne se volvió loca buscándolas, así que pensó en llamar a Pitusa, que con la cabeza que tenía se habría olvidado seguro de poner el móvil en vibración.

Dos segundos después, la canción de “I love rock and roll” resonaba por todo el castillo. Las dos que se escondieron no tuvieron más remedio que salir, pero salieron riéndose de que Ariadne tuvo que llamarlas para encontrarlas. Se recorrieron todo el castillo en busca de secretos ocultos, pero desafortunadamente no encontraron nada, eso sólo pasaba en libros y películas. Después de fisgar todos los rincones, salieron fuera para disfrutar del mirador.

De pronto un teléfono empezó a vibrar y las tres miraron sus móviles, pero era el de Ariadne, que, aunque no conocía el número, lo cogió.

- ¡Preciosa! ¿Sabes quién soy?
- Creo que si - dijo con voz vergonzosa.
    - A ver, dímelo.
- ¿Noah?
    - Me siento orgulloso, aún me reconoces.
    - Nunca me olvidaría.
    - ¿Cómo dices? - Preguntó para que se lo repitiera.
    - Digo que, claro que me acuerdo - respondió corrigiendo su anterior impulso.
    - No había entendido eso... Te llamaba para ver si te apetecía que quedáramos y así me enseñas mi dibujo.
    - Pero... ¿ Tú y yo?
    - ¿Quién más quieres que venga?
    - Nadie, nadie.
    - Entonces, ¿cuándo te apetece?
    - ¿Mañana?
    - ¿Pasamos el día juntos? Tranquila, yo invito a todo.
    - Vale, pues, ¿a qué hora?
    - ¿Te parece bien a las nueve?
    - Perfecto. ¿Y que me llevo?
    - Tu encanto y el dibujo, lo demás lo llevaré yo.
    - ¿Entonces mañana nos vemos en la Plaza de los Dioses bajo la estatua?
    - ¡Por supuesto!
    - Ah, y muchas gracias por haberme llamado.
    - Es un placer, hasta mañana y que los ángeles te acompañen.

Tras la cálida despedida sus amigas la vieron irradiar felicidad y no evitaron preguntarle que con quién había estado hablando, ella, muy tímidamente, les contó que era un chico que acababa de conocer pero que sabía que tenía algo especial. En seguida Pitusa y Elena le pidieron una descripción completa de él. Ariadne empezó a describirle, ella misma sabía que sólo podía decir cosas bonitas de él y hacerle más guapo de lo que ya era, pero intentaba ser lo más objetiva posible. Seguidamente les contó como se conocieron, y ellas no evitaron decirle a Ariadne que era un poco descarada. Las chicas mientras hablaban se percataron de que ya se acercaba la hora de comer y poco a poco fueron bajando la cuesta hasta llegar, cuarenta y cinco minutos más tarde, a la casa de Pitusa.

Al abrir la puerta un exquisito olor invadió sus sentidos. Las tres se apresuraron en ir a la cocina para saber, por fin, cual era el plato de comida que las esperaba. En la mesa había tres platos, y en su centro una gran porción de lasaña casera. Cuando acabaron de comer estaban tan llenas que tan solo les apetecía tumbarse y relajarse, así que se fueron a la habitación de Pitusa, montaron una pequeña zona chillout con una manta en el suelo y muchos cojines rodeándolas. Después de prepararlo todo Pitusa puso una película; Eduardo Manostijeras, que aunque era bastante antigua, les encantaba como estaba hecha además de la magnífica historia que se escondía ahí. A los quince minutos de haber empezado la película a Ariadne ya se que iban cerrando los ojos, y unos minutos más tarde ya se había quedado dormida. Las otras dos no quisieron despertarla porque suponían que se había cansado mucho durante la caminata matinal, pero después de que pasaran los últimos créditos pensaron que la despertarían. Era un plan bien hecho, pero Elena y Pitusa también se quedaron dormidas a mitad de la película, solo que fueron previsoras y se pusieron una alarma por si acaso. A las siete de la tarde una alarma sonó y las tres poco a poco iban abriendo los ojos. Pitusa alargó la mano para apagar la alarma, pero se dio cuenta de que no era su despertador el que sonaba, sino el de Ariadne.

Ella en seguida lo apagó y les dijo que como sabía que las tres se dormirían prefería ponerla por anticipado para no dormirse toda la tarde. Empezaron a despejarse y para eso pusieron música de fondo. Las tres tenían en común el gusto por la música y entre todas decidieron poner la canción Afterlife del grupo Avenged Sevenfold.

Tras cantar la canción entera Ariadne les pidió si podía leerles un soneto que había encontrado de Garcilaso de la Vega. Ellas, encantadas por escuchar su buena entonación, dijeron que si. Ariadne halagada comenzó a recitar:

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aún de vos me guardo esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mi cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomándolo yo la fe por supuesto.

Yo nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Al terminar, Elena y Pitusa aplaudieron, pero también se empezó a escuchar como Alexia aplaudía mientras se acercaba a la habitación.

  • Ariadne, nunca dejes de recitar, es un regalo para los oídos.
  • No será para tanto – respondió Ariadne intentando quitarse mérito.
  • Pequeña, lo haces genial, no lo desperdicies.
  • Gracias Alexia – dijo muy agradecida.
  • No hay de qué.

Cuando la madre ya se había ido las dos amigas se abalanzaron sobre Ariadne para hacerle algunas preguntas.

  • Ari, ¿te puedo hacer una pregunta?
  • A ver, dime.
  • ¿En quién pensabas mientras leías?
  • En nadie.
  • Claro, y esos ojos brillaban por nadie ¿verdad?
  • Sé que es una locura, pero tiene algo especial y quiero seguir conociéndole.
  • ¡Pero si sólo lo has visto una vez! - exclamaba Pitusa.
  • Ya, pero mañana vamos a pasar el día juntos.
  • ¿Mañana?
  • Sí, me recoge a las nueve bajo la estatua.
  • ¿Te vas tan pronto?
  • Sí, pero desayunamos juntas ¿no?
  • ¡Claro! - Dijo con una gran sonrisa.
  • Y ¿qué es lo que ves en él?
  • A parte de atraerme, tiene algo que me transmite que hace que me sienta bien. Y rebuscaré hasta saber que esconde en el fondo de su corazón.
  • Tú sabrás, yo te apoyaré en todo, pero vamos a dejarlo, que Elena se tiene que estar aburriendo.
  • Lo siento Elena – dijo Ariadne con voz de lamento.
  • No te preocupes, la conversación era interesante.
  • Por cierto Ari, he pensado en ir mañana a la biblioteca, quiero investigar en mi pasado y saber si algún familiar mío fue importante o algo...
  • Esta muy bien, pero si encuentras algo oscuro, yo no te conozco ¿vale?
  • ¡Vaya como me quiere mi amiga!
  • Claro que te quiero tonta y lo sabes!! Pero... por cierto Elena ¿tú te vas a quedar a dormir?
  • No lo tenía pensado...
  • ¡Quédate! - Suplicaron Ariadne y Pitusa a la vez.
  • Está bien, me quedaré. Pero por vosotras eh …

Tras tanta charla, las chicas se dieron cuenta de que se había hecho las nueve de la noche y juntando dinero decidieron ir a un japonés para coger comida para llevar y comérselo en la habitación mientras veían una serie de zombis que echaban por la noche. Se cogieron el abrigo y el dinero y fueron bajando al portal, cuando llegaron, sólo tenían que doblar la esquina y entrar al restaurante. Nada más entrar, una mujer oriental con un vestido japonés de color rojo las atendió, y ellas sin esperar le dijeron su pedido. A los diez minutos sus pedidos ya estaban listos. En cuanto salieron, un joven se chocó con Ariadne provocando que las bolsas que tenía en las manos se cayeran. Él, apresuradamente, se agachó para recogerlo, y cuando se levantó para devolvérselo vio la cara de asombro de Ariadne y se volvió hacia ella para abrazarla y darle dos besos.

  • Hola – dijo Ariadne muy tímidamente.
  • ¡Hola Preciosa!
  • ¿Qué haces aquí?
  • Pues supongo que lo mismo que tú, pedir para llevar.
  • Sí claro, lo siento. Es que no esperaba encontrarte aquí.
  • Yo tampoco, ¡pero si mañana!
  • Claro, pero... - durante unos segundos se quedó pensativa – el dibujo lo tengo en mi casa, y esta noche me quedo a dormir en casa de una amiga.
  • ¿Tienes las llaves de tu casa?
  • Sí, ¿por?
  • Mañana cuando quedemos te acompaño a casa, y así lo coges.
  • ¡Muy bien!
  • Entonces quedamos así, y me voy ya que creo que mi pedido ya está preparado. Que los ángeles te acompañen Preciosa.
  • Gracias Noah, que te aproveche y hasta mañana.

Antes de irse le dio las bolsas, se despidió con dos besos y se metió en el restaurante. Ariadne no estalló de felicidad hasta que comprobó que él ya se había metido dentro. Y sus amigas, alucinadas por haber visto al chico de los sueños de Ariadne, se acercaron a ella y le dijeron que era tal y como se lo había descrito.

Llegaron a casa y lo primero que hicieron fue poner la calefacción, seguidamente, coger los platos y los cubiertos y llevarlo todo a la mesita que tenía Pitusa en la habitación. Estaba a punto de empezar la serie, y ellas ya habían empezado a comer. A medida que transcurría la serie, también transcurrían los sustos, que aunque no les gustaba, siempre se reían.

Cuando acabó la serie, las chicas tenían tanto sueño que no recogieron nada, tan solo se pusieron el pijama, se lavaron los dientes y se metieron las tres en la cama hinchable que previamente había colocado Alexia. Las tres durmieron muy plácidamente, hasta que la alarma de Ariadne sonó e intentando hacer el menor ruido posible se levantó de la cama y preparó el desayuno. En la mesa de la cocina ya estaban listas las tostadas con tomate, los vasos de leche fría con azúcar y unas galletas en los tres platos. Cuando terminó, fue a arreglarse y después a planchar su larga melena para que no quedara rastro de sus rizos. Al terminar de prepararse, Elena y Pitusa se despertaron, y las tres fueron a la cocina a desayunar juntas como les prometió Ariadne.

Las chicas cuando llegaron se sorprendieron al ver que ya estaba todo preparado y como un rayo se fueron hacia Ariadne para agradecérselo.

  • Ari, no tendrías que haberlo hecho, nosotras te hubiéramos ayudado.
  • Ya Pitusa, pero quería hacerlo para daros las gracias, además de que no voy a pasar mucho rato más con vosotras. Por cierto – dijo Ariadne mientras caminaba hacia la nevera - ¡Felicidades Elena! Ten esta magdalena como mi regalo.
  • Oh, ¡¡muchísimas gracias!!

Lo que Ariadne no pudo evitar fue tirarle de las orejas, como marcaba la tradición. Todas juntas se pusieron a desayunar y sin parar de hablar se lo comieron todo. Sin tardar mucho mas, Ariadne recogió todo lo que había dejado por en medio y le dijo a Pitusa que cuando volviera cogería su mochila, así tenía una excusa para volver y contarles como le había ido.

Lo que ella aún no sabía es que después de ese día, todo lo demás serían complicaciones y pruebas para ella...

2 comentarios:

  1. L.A.D.A. = Historia preciosa que te deja con ganas de leer más... QUIERO MÁS!!! Qué ganas!! :'D

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    1. Wiiiii Muchísimas gracias :DDD
      A petición de la lectora (TÚ) mañana pongo un nuevo capítulo ^^

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